miércoles, 12 de diciembre de 2012

Encontrar a Marita en el alma.


Indignación. Injusticia. Vergüenza.
Mezcla de sensaciones que apenan.
Tristeza e impotencia.
En la tremenda inmensidad de ésta tierra que es mi casa ya no queda rincón donde jugar.
Hay espacios vacíos, pero desolados.
Hay extensión, abandonada.
Somos personas sueltas.
Manifestaciones individuales de la humanidad.
Manchas negras que tiñen de sucio el paisaje.
Un paisaje sublime, pero herido.
Somos la herida de un país que sangra por nosotros.
Hemos dejado que nos ganen.
Que nos obliguen a creer que nadie puede cuidarnos.
Sabemos, por habernos acostumbrado, que estamos desprotegidos.
Indefensos de todo aquel que busca lastimar. 
Romper los códigos se ha tornado habitual.
Vulnerar las leyes es un hecho cotidiano.
Matar, robar, torturar, secuestrar, parecen ser los verbos a conjugar.
Quedar impune el resultado final.

Alguna vez alguien dijo, con su hijo muerto entre sus brazos, que nadie debería esperar a estar del otro lado de los carteles para decir "BASTA".
No dejemos entonces que también nos roben la memoria. 
Volquemos el compromiso que nos resta a involucrarnos más con el de al lado. Aunque no sepamos quién es. Ni de dónde. 

Si no podemos confiar en el Máximo Poder, que es la Justicia, tratemos al menos de poner la voluntad necesaria para aunar criterios y necesidades y marchar, juntos, hacia el mísmo lugar.
No permitamos que la corrupta Justicia venza nuestra Fe.
No dejemos que por injusta nos debilite como sociedad.

Por vos, por mi, por todos.
Por Marita.


Luz. 12-12-12

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