Mirando un canal de noticias casi sin interrupción, ante la reiterada
aparición de la imágen del rostro de una joven, mi hija, de 4 años
preguntó: "mamá, que le pasó a esa chica?". En ese mísmo segundo
fue cuando todos mis principios flaquearon. Mis convicciones en
cambio, se sintieron fuertes. Porque, cómo hacer entender a una
chiquita, la más cruda verdad, pero por otro lado saber que debo
alertarla y tratar de sacar lo más certero de éste nuevo caso de muerte
injusta y aprovechar para explicarle ciertas cosas.
"La mataron, hija, eso pasó". A lo que ella respondió: "pero porquñe
murió si no es viejita"?. Traté de explicarle que en el mundo,
lamentablemente, hay mucha gente "mala" -cuando en realidad
hubiera querido decir "gente hija de puta"-; que hay personas que no
piensan en nada y salen a lastimar a otros y que por eso mamá y papá
siempre le dicen que jamás, jamás hay que hablar con los extraños.
Por supuesto mi hija continuó jugando en su inocencia mientras yo
quedé ahí, con la angustia trabada en la garganta. Desparramando
lágrimas por la muerte de una nena que tranquilamente mañana puede
ser mi hija, la tuya, la de todos.
Angeles salió de su casa para ir a gimnasia, el colegio y cumplir
con su rutina escolar del día. En su último contacto telefónico dijo
"voy a comer y vuelvo"... Nunca volvió. A Angeles, de dieciseis años,
le robaron primero su ingenuidad, para luego llevarse su vida de la
manera más cruel y vil. Cuando terminaron, su cuerpo solo tuvo que
esperar, roto y lastimado, a que alguien lo encuentre entre la basura.
Hasta ahí el calvario de Angeles. Por fuera de ese sufrimiento, hay otro
dolor, el de toda una familia, de amigos, de un barrio, y espero que de
toda una sociedad ciudadana y política. Papás y hermanos que ya no
verán cruzar por la puerta a esa nena llena de futuro. Amigos y vecinos
que saben que hoy fue ella, mañana será otra y quizá pasado ya nadie
se acuerde. Solo los íntimos y quizá y con suerte algún memorioso
cuando se cumpla algún aniversario.
Me pregunto hasta cuándo tendremos que soportar a una justicia
que premia al que mata drogado, al que viola, al que está armado.
Cuánto más tenemos que privarnos de hacer? Tenemos que,
definitivamente, cerrar puertas y ventanas de nuestras casas para que
ya ni el sol ingrese? Tendremos que decir siempre "No" cuando
nuestros hijos nos pidan de ir al kisco de al lado? Llegué a pensar que
tener una hija mujer fue una de las cosas más terribles que pudo
pasarme. Porque tengo miedo de no poder cuidarla de los que están
escondidos. De aquellos que están fuera de mi alcance. Porque por
más empeño que ponga yo como mamá, en enseñarle cuestiones de la
vida, siempre habrá "gente mala" que se las ingenie para matar solo
por matar.
Aún así, no dejemos que nos gane la impunidad. No permitamos
que se olviden quienes deben recordar. Exijamos que nos cuiden
quienes deben hacerlo. Y por favor, como seres humanos, no nos
olvidemos de Angeles. Por nuestros hijos. Y por su memoria.
María Luz Dubedout.