miércoles, 15 de agosto de 2007

hoy no canta mi cancion...


Hace frío y no hay luz. Una vela se enciende. Su escaso margen de ganancia lumínica no basta para ver con claridad. Un barrio cualquiera: el norte de la ciudad. La vela quieta de pronto agita fuegos en la mesa de madera, y la anciana que dormía, quizá pidiendo que mañana sea otro día y pueda ver, muere en su cama sin poder echar culpas a quien corresponda por la falta del suministro.

Otra jornada. Un día más del montón. Sale la madre a acompañar a su hijo hasta el naranja rodado que lo lleve hacia la escuela. No supone siquiera que ahí, sentado al volante, un humano "a medio terminar", será quien arrebate la inocencia de su niño y otros más que no tienen la capacidad de defenderse; apenas pueden contar que fue lo que pasó, porque la naturaleza no fue tan sabia para con ellos en su anatomía. Revoluta popular; indignación. El humano mal hecho fue condenado a pasar, encerrado en su casa, solo 16 años: solo un año por cada uno de los catorce que violó; y te dí dos de yapa. Ayer el humano mal hecho escapó; y en casa se quedaron los dolores que nunca sanaran.

El comercio nuestro de cada día. El mismo hombre detrás del mostrador para atendernos. Su perseverancia y la poca ganancia. Su familia, que come de lo que sus manos generan, espera en la cocina. Pero de improvisto, dos infantes armados entran a robarle quizá lo que no tiene. Once y doce años para estos pequeños malhechores que ya tienen perdida su existencia. Que acabaran dormidos en una cárcel ó tirados en cualquier callejón. El hombre no discute, solo se arrodilla y espera. Pero sin ningún motivo, y sin reparar en nada, a quemarropa le disparan. Primero se seca su cerebro. Después su cuerpo dice "basta" y finalmente muere. Llora su mujer, tiemblan sus niños, no entienden porque; y mientras tanto, por la vereda de tu casa, fijate, dale, asomate, van caminando estos dos infantes malvivientes cargados de plomo y ganas de seguir. Esperan, seguro, a su próxima víctima.

Tres de miles. Cada mañana nos invaden las crudas realidades ajenas pero que son nuestras; porque estamos cerca, porque formamos parte de un mismo círculo que cada vez está más abierto. Se disgrega. Se separa.

Hoy no hay música en mis palabras. Solo silencio. ¿Acaso alguien puede contestar porqué nadie se ocupa ó porqué nadie responde al llamado del que solo pide justicia y paz?

luz

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