martes, 12 de junio de 2012

Dios, ese melómano.


Parece que en el paraíso se armó alta banda. Desde hace un tiempo hacia aquí hemos ido perdiendo físicamente a músicos de aquí y otros de por allá. Pero, como el cielo es uno solo, uno supone que en alguna nube elegante, aquellos que supieron alegrarnos con su talento y entrega, están todos juntos zapando a lo grande. 
Hoy se fue Adrián Otero. Ese tipo aguerrido de voz ronca que durante tres décadas, nos mostró que también en Argentina es posible hacer buen blues. 
Hay talento en el Edén. Pareciera que Dios, ese pretencioso, ahora quiere para sí a aquellos que alguna vez tuvimos en nuestro plano. 
El querido Otero se suma a otras grandes voces que partieron hace poco. Violeros, rockeros, cantantes que dejaron de existir en éste año que parece no dar tregua con las pérdidas. Pérdidas que son solo físicas y emocionales. Los músicos nunca mueren. Quedan siempre por allí flotando sus canciones. Sonando alto en los parlantes de los que queremos recordar. En sus voces acomodadas en los discos nos va la poesía que nos dejaron para soñar y sentirnos identificados.
Buen viaje Otero. No vas a estar solo allí cuando te encuentres con los grosos. Cantá para nosotros en alguna brisa y decile a Dios que ya está, que afloje un poco, que como dice una vieja canción, el cielo puede esperar.


María Luz Dubedout.


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